Monday, October 10, 2005

Yo, Delincuente.

El delito: Existir. Simple y llanamente.

En realidad exagero. Si fuese un delincuente podría estar o muerto debido a nuestro sistema carcelario, o con mucho dinero, dependiendo de la clase de delitos que cometiera y junto a quién. Aquí pareciera menos grave robar millones de dólares que robarse una gallina. Al menos hay más presos por robar gallinas que por robar millones de dólares, incluso tomando en cuenta que hay más gente que roba gallinas que gente que roba millones de dólares, no todos tenemos amigos en el gobierno. No hay ninguno preso por robar millones, pero todos sabemos que existen. Salvo que ahora salga alguien a decir que no, que eso es una componenda de la oligarquía malvada para minar la confianza en la revolución, así como Chávez alega que la corrupción en Brasil no es real, que son inventos para dañar a Lula.

Ya sabemos que el Partido decide qué es real y qué no lo es. Orwell dixit.

La cosa es que me siento observado, sometido a un escrutinio de ordinario reservado a individuos peligrosos. Si pago en efectivo cualquier cosa en una farmacia o un supermercado se me pide mi dirección y número de cédula (DNI), si no lo doy, no se me vende. He optado en la medida de lo posible por comprar en establecimientos pequeños donde conserve mi anonimato. No tengo nada ilegal qué esconder, pero por principio no me guste que miren por encima de mi hombro. Menos cuando existen cosas mucho más importantes que atender y esa vigilancia no añade seguridad alguna.

El colmo en lo que respecta a sentirse en un estado policial vino el viernes. En vista de dar por desahuciado mi aparato anterior, decidí comprar un móvil nuevo, conservando mi número antiguo. Hasta acá todo bien. El problema surge cuando para comprar el móvil tengo que someterme a un interrogatorio cuasipolicial, dejar constancia de mi dirección exacta, número de teléfono fijo y otro celular, aunque sea de un familiar, fotocopia de mi cédula y, la guinda que remata el pastel, mis huellas dactilares. Todo por “mi protección” y para evitar que otra persona tome mi línea, esto por disposición obligatoria del gobierno. Claro, lo hacemos por tu bien. La eterna excusa.

Me dice mi jefe que tienen razón. Que existe muchísima delincuencia y que es una medida que ayuda, los celulares son elementos muy peligrosos que se usan en multitud de delitos. Pero si no se asocia el celular a un crimen, es inútil y el razonamiento resulta falaz. Con la tasa de crímenes resueltos que exhiben nuestras fuerzas de seguridad, ¿No sería más racional el reestructurarlas, hacer que funcionen bien y luego imponer medidas cómo ésta?.

Todo un derroche de recursos para saber qué marca de desodorante uso y cuántos condones semanales, si es que uso alguno. Si el gobierno quiere saber mis hábitos de consumo, están en una base de datos que le dice todo acerca de mí, junto con mis teléfonos, mi dirección y mis huellas digitales (Esperemos que no implanten identificación por ADN). Podría detectar muchos patrones si determinan mis ingresos o examinan mis paupérrimas cuentas bancarias. Pero dudo de su eficacia como elemento para controlar el crimen y en principio me niego a una invasión de mi privacidad por resultado hipotéticos que muy seguramente no se traducirán en nada. Me niego a darle el voto de confianza a este gobierno en particular y a casi todos en general.

Por ello, para que se demuestre que este tipo de controles sí sirve de algo y para que los diputados de la Asamblea ejerzan su devoción por el Pueblo de nuevas maneras, propongo un Plan Piloto de Vigilancia Ciudadana (PPVC) ejercido en sus carnes. Algo así como el Reality Show de los diputados. Se les hace un inventario de sus propiedades, se determina el saldo de sus cuentas y se monitorean todos y cada de sus consumos y compras, los retiros de sus cuentas se comprueban diariamente, se les exige facturas hasta de los caramelitos que carguen en el bolsillo y se hace extensiva esta vigilancia a sus amigos y familiares. Si el monto de sus compras excede el monto de sus ingresos ya tenemos un delincuente. Si se muestra impráctico el aplicar el PPVC a los diputados y sus familiares en vista del volumen de datos implicado entonces no tiene ningún sentido el aplicarlo a casi 30 millones de personas. Y si el PPVC no encuentra nada extraño tras un periodo prudencial de aplicación entonces es totalmente inútil. No me creo el cuento chino de que todos los parlamentarios son honestos. Ni yo ni nadie, aquí seremos gafos, pero tampoco tanto.

Es responsabilidad de los talibanes que nos imponen estas leyes draconianas el legislar de manera eficiente y para que las leyes sean eficientes deben funcionar y ser prácticas. ¿Qué mejor muestra de que consideran que la ley es justa y efectiva que aplicársela a ellos mismos?.