Sunday, November 11, 2007

¿Debería comprar una lira?

Mérida se quema.

Disturbios todos los días, abajo de mi edificio se amontonan piedras y cauchos, listos para ser quemados, los cartuchos de perdigones yacen en las calles, barricadas improvisadas hechas de los árboles que bordean las calles se erigen sin que nadie las remueva.

Mientras tanto, yo soy feliz.
No quepo en mi de la felicidad, me importa poco lo que otros hagan o dejen de hacer, salgo temprano de mi casa y llego tarde del laboratorio. No puedo cambiarlo, aunque pueda indignarme y en este estado de dicha perenne la indignación no mina la felicidad ni la ira la menoscaba. Al fin me siento realizado, el sueño de mi más tierna infancia se cumple de manera diaria, miro en los intersticios del universo y poco a poco develo sus secretos. Las ficciones que mi mente crea van condensando en aproximaciones a la realidad fundamentadas sobre los hombros de gigantes de rostro invisible, pero de eterna grandeza.

Ni siquiera cuando viajé por primera vez o cuando fui a Google me sentí así. Fue muy placentero, fue realizar metas, pero sentía que faltaba algo, que mi aporte era vacío, no aportaba nada salvo el rearreglo de lo ya existente. Ahora sé que soy capaz de crear y desentrañar enigmas del mundo físico y de ese proceso tan complejo y tan maravilloso que llamamos vida, y eso, si bien no es tan intenso como un viaje, ha resultado ser más duradero.

Dice la leyenda (Aunque Tácito lo niega) que Nerón tocaba la lira mientras Roma ardía en el gran fuego. Estos días, observando el panorama que me rodea, el desorden, la violencia, el totalitarismo y la ceguera fanática, me siento como el Nerón de la leyenda, en mi burbuja de felicidad. Mi felicidad no conoce límites y tampoco los conoce el amor al poder que demuestran algunos en estos días. Y ahora no me importa.

No es que sea inerte, al contrario, sigo explotando vehementemente, pero luego de cinco minutos vuelvo al celestial solaz. Siempre he creído que mi destino depende de mi y muy poco de los otros, esta sensación se acentúa hoy. Y el hecho de que mi tesis avance al fin, que tenga perspectivas laborales en puertas en mi área y que mi trabajo sea capaz de llegar al mercado eventualmente, es algo que me llena profundamente. He decidido no irme de Venezuela e intentar una aventura que si fracasa sólo me hará más sabio, pero que si tiene éxito, rebasará mis más salvajes expectativas previas. No digo más por temor a sonar grandilocuente. Ya tenemos suficiente gente con delirios de grandeza.

Adiós por ahora, primer mundo. Bienvenidos los retos del 3ro, que si mi burbuja perdura, no harán mella.